Muchas patologías orales son difícilmente detectables por uno mismo o una misma. A no ser que un o una profesional haga una evaluación exhaustiva de la boca. En este sentido, por ejemplo, en un estadio inicial, la caries, la enfermedad periodontal – es decir, la que afecta a las encías – o el cáncer oral pueden no provocar molestias o dolor. Además, la placa bacteriana y el sarro pueden acumularse de forma más o menos rápida en los espacios interdentales y en la base de las encías. Especialmente, si la higiene bucodental no es exhaustiva y si no se han realizado revisiones en un tiempo prolongado.
De esta manera, las revisiones dentales periódicas nos aportan grandes beneficios como método de prevención. Gracias a ellas, podemos detectar y tratar cualquier patología en los dientes y las encías, evitando que sigan progresando. Asimismo, nos permiten controlar los tratamientos que ya hemos realizado previamente y que requieren de seguimiento a medio y largo plazo. Por último, nos ayudan a prevenir afecciones y complicaciones más graves. Y, por lo tanto, a evitar la necesidad de realizar tratamientos más complejos.